4.2.05

El mueble

Por aquel entonces yo era un árbol robusto y con hojas verdes. Mi impasibidad ante el viento, a veces huracanado, me producía una sensación de poderío. Todo ese poderío fue mermado poco a poco. Años de sequía produjeron que mis hojas no fuesen tan verdes como siempre y empecé a secarme poco a poco. En esa época un animal muy curioso llamado hombre teminó con ese poderío que tenía, dejé de ser impasible ante el viento para que me cortaran e hiciesen de mí muebles. La vida como mueble no estaba mal, impasible ante las horas. Me sentía útil porque en mis entrañas guardaban de todo, desde prendas de vestir hasta objetos varios, pasando por complementos. Cierto día un pequeño insecto se paseo con chulería por encima mía, era una polilla (o más bién una carcoma) y empezó a hacerme cosquillas. Hizo un pequeño agujero en mí, me hizo gracia porque no me dolía simplemente buscaba un refugio y a mí no me pareció mal. Pero algo sin importancia como ese hecho se convirtió en mi perdición. Poco a poco ese pequeño agujero se fue multiplicando porque la polillita se reproducía con bastante rapidez (en relación a la velocidad que nos multiplicábamos los árboles, que aunque ahora no lo era yo me sentía así) ... Pasados los años la familia con la que vivía me cambió de sitio y me trasladó al desván. Allí me sentía solo y algo inservible porque nada más que acudían a mí a guardar trastos viejos, ya no guardaba objetos de uso cotidiano, ni complementos, tan solo ropa vieja y trastos anticuados. Ahora ya no me gustaba la sensación de sentir dentro de mi un mundo a parte, poco a poco sentía como mi vida se iba apagando. Poco a poco trozos de mí se fueron callendo, que si tiradores, que si una pata... Recuerdo el final de mi vida, el fuego consumió mi físico pero el alma salio volando sin mirar atrás para llegar a ser libre. Ahora añoro aquella impasibilidad que mostraba cuando era árbol, la utilidad y el trato con la gente, el cuidado que me daban cuando fui mueble. Pero río al pensar que puedo desplazarme, no pertenezco a ningún sitio, me muevo de aquí para allá, no necesito una tierra húmeda que me dé de comer, una mano humana que intente curar la enfermadad de la carcoma... Ahora nada me afecta, ni el paso de los años... con el simple hecho de SER soy feliz.