5.3.05

Al fin, el roble

Llegó el fin de semana y el gorrión llegó al roble donde nació. Cuando iba de camino con pardal el sólo ver el paisaje lejano de su bosque le estremeció el cuerpo. La sensación de sentirse a gusto tan solo llegar al roble le inundó la mente. Ahora se sentía bien, dejaba por unos días la incomodidad del eucalipto. Pardal dejó al gorrión al pie del roble, se despidió y volvió junto con golondrina a su bosque natal. El gorrión nada más subir al roble picoteó algo de alimentos y se metió en su nido. Durmió de un tirón hasta la mañana siguiente, se levantó se acicaló e hizo los menesteres que mamá gorriona le pidió. La sensación de paz y tranquilidad se hacía mayor cada minuto que pasaba, ni el recuerdo de pensar en volver al eucalipto podía hacerle sentir mal.